miércoles, 29 de septiembre de 2010

Alma rota


Les odio a todos... a cada uno de ellos. No puedo entender porque ellos son felices y nosotros no pudimos.

Les veo cojerse de la mano y sonreír, como tantas veces hicimos, se besan, se abrazan, yo ni siquiera podré volver a tocarte, no volveré a ver esa sonrisa que me iluminaba el alma cada día.
Ellos no se lo merecen.
Me tortura verlos sabiendo que soy yo la que debería estar en su lugar, tendría que ser a mí a quien le brillaran los ojos de alegría, nadie más comprende lo que significa amar de verdad a alguién. Solo juegan a quererse, para no estar solos, para presumir de una bonita pareja...
¿Acaso piensas que esa niña de allí, esa que se sonroja y sonríe en los brazos de un chico que probablemente conoció ayer, sabe lo que es el amor? no, claro que no, si ese muchacho se marchara seguramente no derramaría ninguna lágrima...

Son tristes, son patéticos, me dan asco...

Sé que no querrías que me comportara así, que no soportarías verme de esta manera, pero el día que te fuiste algo en mi murió, en mi alma ya no hay mas que odio, dolor... me corroen por dentro, formando una oscura oquedad que me sumerje cada vez mas en las tinieblas. no existe el calor para mí, mi amor, no existe el sol.
Te prometo que lo intenté, una y otra vez, todos me quisieron ayudar, lo sé, pero no me entendían, no llegaban a imaginar lo que yo estaba sufriendo... y no los culpo por eso, era imposible después de todo, cuando en aquella plaza comprendí que no volvería a estar contigo, cuando mi mente por fin despertó para darse cuenta de que no estarías mas a mi lado, de que estaba sola. Quedé rota, nada conseguiria jamás consolarme. Contigo te llevaste la mejor parte de mí, mis sueños, mis esperanzas, mi futuro, mis sonrisas, mi vida... me dejaste vacía, sola y asustada. no me quedaba nada y nada podría jamás consolarme. Amigos, familia... ¿para que los quería? eran tus brazos los que yo anelaba, los de nadie más.

Desgarrada y desconsolada continué con mi vida, intentando aferrarme a cualquier cosa que me mantubiese viva, porque sabía que no me perdonarías que intentase seguirte, aunque no se que pensabas que podría hacer yo, ¿pensaste que acabaría olvidandote? ¿o qué me bastaria con tu recuerdo? esos recuerdos son los que me rompen el alma y a la vez son lo único que me queda, cada dia en este mundo a sido y sera una tortura sin ti.

Dijeron que lo superaria, los psicologos, mis padres... hoy hacen ya diez años de aquello, el dolor arde en mi como el primer día, pero la esperanza la perdí hace mucho, jamás conseguí amar a otro, porque mi unico amor has sido siempre tu, aunque todo lo que me quede de ti sea esta fria lapida.

No les soporto, como pueden todos reir o divertirse ahora que ya no estas aqui, ¿porque sigue el mundo girando? no lo comprendo.

Una vez mas vagare por estas calles de gente sin alma y sin nombre, quiza entre en aquel bar, buscando a alguien con quien pagar este odio, es horrible, lo sé, pero solo entonces dejo de sentir, consigo escapar de esta realidad por un momento. La niña que un dia amaste esta muerta, tanto como tu, mi vida.

Igual que hace diez años, mañana amanecerá en el mundo, pero como lleva pasando desde entonces... en mí solo habra noche. una temible y oscura noche sin estrellas.

miércoles, 28 de julio de 2010

Relato de invierno


Hacía frío, el sol no había salido aun cuando caminaba deprisa por las calles de esa gélida ciudad, no sabía donde quería ir, solo quería, necesitaba, escapar. El asfalto se veía aun más gris a mis pies, que caminaban sin rumbo fijo. La gélida temperatura era atroz y calaba cada vez mas adentro en mi piel.
¿Qué es lo que me había ocurrido? ¿Por qué me sentía así? No conseguía recordarlo, y tampoco lo deseaba.
Llegué a una plaza, con un árbol en el centro, el pobre estaba desnudo, solo algunas hojas secas y escuálidas se aferraban a él como si no quisieran dejarlo solo en su dolor, ojalá alguien estuviera aquí conmigo, a lo mejor así no tendría tanto frío, ni tanto miedo a recordar. Me senté en un banco de piedra y miré el suelo, como si allí pudiera hallar la respuesta a mi dolor. Aun faltaba hasta el amanecer, pensaba que cuando el sol despertase lo haría yo también. El viento sopló y revolvió mi pelo, despeinándolo aun más, se llevó también alguna que otra de las compañeras de aquel árbol solitario. Parecía traer, además, una imagen, unos ojos verdes que calentaron por un segundo mi alma, aunque el frío volvió más insistente que antes, unas palabras sonaron en mi cabeza, tan reales como cuando fueron pronunciadas por primera vez.
"Siempre estaremos juntos ¿de acuerdo?"
"De acuerdo" esa había sido yo apenas unos años antes.
Y esa fue nuestra promesa, siempre juntos, nada nos separaría ¿Qué podría hacerlo? Nosotros nos queríamos… y yo aún le quiero. Pero el me ha dejado, se ha marchado y no volverá. Me ha dejado sola.
Mi cara está helada, mis manos… también, igual que cada una de las lagrimas que caen por mis mejillas, dejando un glacial rastro de dolor hasta eclipsarse contra el dorso de mi mano. Su rostro de nuevo, pero esta vez diferente, en aquella habitación completamente blanca y vacía. Se ha marchado y ha sido por mi culpa.
"Voy a morir"
Esas fueron sus palabras, esa fue la primera noticia que anunciaba mi destrucción, el final de mi mundo perfecto. Poco después lo encamaron, lo alejaron de mí, lo llevaron a un hospital donde, según sus padres, podrían tratarlo como se merecía.
La próxima vez que lo vi fue en esa habitación, tan triste, tan… muerta. Donde el único color que se podía ver eran unas tristes flores colocadas al lado de la ventana. Cuando lo miré, pensé que me había equivocado, no podía ser él. Ese maldito lugar lo había contaminado, estaba totalmente demacrado y pálido, con la mirada perdida en dirección a la ventana. No se percató de mi presencia hasta que le tomé la mano, me miró con la mirada de un náufrago que se ahoga, como si necesitara mi ayuda… pero yo no podía hacer nada… se estaba apagando lentamente y yo con él.
No dijimos nada, al menos ese día.
Todos los días iba a verle, volvía tarde a mi casa y no importaba, durante seis meses esa fue mi vida.
Un día, él me miró, había lágrimas en sus ojos.
- acaba con esto_ me dijo_ por favor… acaba con esto.
- ¿Qué dices…?_ pregunté_ ¿Cómo puedes pedirme eso?
Comencé a temblar, mi cuerpo se convulsionó y mi estomago dio un vuelco, durante meses había estado intentando convencerme a mí misma de que él se curaría, de que todo volvería a ser como antes y podríamos ser como cualquier pareja normal.
- no puedo aguantarlo más… los medicamentos no me hacen nada… no quiero seguir así… por favor.
No podía creer lo que estaba oyendo, mi esperanza se estaba hundiendo y mi alma le acompañaría pronto.
- eres un maldito egoísta_ dije_ no puedo creer que me pidas algo así.
Me fui de allí, no quería saber su respuesta, sabía que él no era el egoísta, la única egoísta era yo, no podía imaginar mi vida sin él, me perdería en este mundo sin sentido.
Otra vez el viento, y ese frío banco.¿Cuándo saldría el sol? ¿Cuándo podría calentar mi corazón con algo de luz? Necesitaba algo que me hiciera ver, reaccionar, que me hiciera salir de ese mal sueño.
"Lo siento"
La habitación seguía como siempre, parecía que nunca me hubiera mencionado nada, como si la esperanza nunca se hubiera ido, pero no era así.
Tiempo después, los médicos dijeron definitivamente que él no podría salvarse, cada día que pasaba empeoraba, parecía un fantasma de él mismo.
"Llévame lejos, sácame de aquí"
Él lo sabía mejor que nadie, sabía que no aguantaría mucho más, estaba cansado de luchar. Lo saqué de ese lugar. Lo saqué del hospital sin permiso de sus padres, de los médicos, lo alejé de toda posibilidad de salvación, solo porque no podía soportar verle allí, conectado a todos esos cables, como si no fuera humano.
Parecía como si el sol lo hubiese curado… estaba feliz, los dos lo estábamos, nos fuimos a un parque, lo más lejos posible de allí, no tardarían en salir a buscarnos.
Hacía frío, y él pronto comenzó a toser fuertemente, pero no quería volver, me hizo prometer que no lo llevaría de vuelta a aquel lugar.
Aunque cada vez se encontraba peor, yo no podía hacer nada, lo estaba matando y no podía hacer nada.

El frío me helaba la sangre, pero se acercaba el amanecer, con su calor y sus promesas de nueva vida.

Oscureció, sus ojos también, se recostó en mí y me cogió la mano con fuerza.
- gracias, no quería morir en esa habitación.
- no vas a morir_ le dije.
- siempre estaré contigo, _ no me escuchó_ cuando salga el sol, piensa que soy yo, te daré los buenos días y te acariciaré con mi calor.
- no vas a morir.
- y en primavera… será cuando más te cuide.
- no vas a morir.
- te amo.
- ¡no vas a morir!
Solo silencio por respuesta, poco a poco, la presión de su mano fue disminuyendo.
Se había ido. Se había ido para siempre… estaba completamente sola. Y no había sol, la oscuridad lo cubría todo, el cielo, a él y a mí.
Y corrí, corrí como nunca lo había hecho, tenía que alejarme de su cuerpo, porque él ya no estaba dentro, tenía que encontrar el sol, algo, cualquier cosa, cualquier prueba de que el no estaba muerto, pero solo encontré el suelo, caí, no sentí el dolor, fue como si al sentir el frío asfalto en mi cara olvidara por completo, mi mente bloqueo todo, no sabía donde estaba, no sabía porque tenía que huir, alejarme de ese lugar.

Así llegué a aquel banco, tan frío y muerto como yo, el sol estaba a punto de salir, mis lágrimas no cesaban, pero pronto todo estaría mejor.
Y el sol salió en el cielo, llenando de vida la ciudad, la invernal ciudad, cuando ya estaba en lo más alto, cuando aquel parque se llenó de niños jugando… lo recordé todo, cada detalle y deseé olvidarlo porque me di cuenta de que no, de que ni mil soles calentarían mi espíritu, porque aunque llegase la primavera al mundo un millón de veces… en mi alma siempre sería invierno.